Hoy en día existe el supuesto de que “todos” van al cielo por defecto y quizás alguno al purgatorio, los más conscientes de sus pecados. La teología del fuego y el azufre ya no está de moda.
No debemos basar nuestra moral en el miedo al infierno sino en el amor a Dios, pero el temor a un castigo eterno nos ayudará a evitar aquello que nos causará un daño irreparable.
Nos encontramos con el testimonio del padre Joseph Maniyangat, que tuvo un accidente mientras iba a celebrar misa. Murió en el hospital y su ángel de la guarda le mostró el infierno, el purgatorio y al cielo, donde el Señor le esperaba para pedirle una misión en la Tierra.
He aquí la información sensacional que no se publicó con detalles sino en los periódicos finlandeses y noruegos y se reprodujo en una publicación de poco tiraje en los Estados Unidos. Todos los medios de comunicación franceses hicieron el silencio más completo.